Debiera ser absurdo que en un municipio donde existe abundancia de la tan preciada palma real (que ha sido depredada irracionalmente en los últimos años) las autoridades municipales vayan a comprar palmas a acapulco o a algún vivero en otros municipios para sembrarlas en algunas áreas públicas, pudiendo optar por propiciar proyectos para su reforestación y protección, con miras a generar empleos o autoempleos y a proteger el ecosistema de esa zona, el manglar.
En las gráficas, un hombre corta y apisona hojas de palma real para rehabilitar un techo, en la zona de Buenos Aires, municipio de Cuajinicuilapa. Claro, de tan frasteros que son (o se hacen), de seguro nuestros funcionarios públicos no conocen ni se enteran de esta situación, o no les importa.
Fotografías: Eduardo Añorve.