viernes, 29 de abril de 2016

Jaime Ignacio López: abstracción de lo real

PRIMERA DE DOS PARTES
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Eduardo Añorve
Ometepec, Gro.
29 de abril de 2016


Esta entrevista se realizó en el año 2007, como un homenaje al maestro Jaime Ignacio López se publica de nuevo, en dos partes.
Jaime Ignacio López es un pintor, un pintor de verdad. Rara avis. Sobre todo en la Costa Chica, en Ometepec, su lugar natal. Creativo, talentoso, inteligente, lúcido, culto. Gran parte de su oficio viene desde su niñez, etapa en la que empezó a dibujar.
Jaime es un excelente dibujante, vive solo, no tiene hijos, sí sobrinos. Tiene además un humor excelente, excepto cuando se deprime, como es normal en un artista que se precie de serlo.

Tiene fama de excéntrico, de solitario. Él mismo se ha definido como una de las atracciones de Ometepec, dada su condición de individuo distinto, raro, excéntrico. Dueño de principios, armado de convicciones, solidario, de izquierda, lector feroz y atento, crítico, contracultural, hippie.
Jaime se ha ocupado más en pintar que en ser reconocido fuera de su pueblo, donde es una referencia. Ahora capitanea un taller de artes plásticas, tutela jóvenes, les enseña o los provoca a crear. Galgo morado, es el nombre del taller, en homenaje a uno de sus ídolos: José Gorostiza, el poeta.
Metódico, melómano, pornógrafo. Pornógrafo (es decir, erótico en sentido verdadero) vouyerista, esteta. Exigente con su trabajo, anhela tal vez todavía que Raquel Tibol mire sus cuadros y lo exalte o lo entierre. La Jornada Guerrero lo entrevistó en su estudio, mientras escuchamos música, en el fondo. Rock, por supuesto.
–¿Qué pintas?
–¿Qué pinto? ¿Me estás preguntando en serio o me estás haciendo una especie de tenis?
–¿Qué pintas? Yo puedo tener mi apreciación, pero quiero escuchar la tuya…
–¿Qué pinto? No mames, no sé. Pinto…
–¿Tienes obsesiones? ¿Eres obsesivo? ¿Te repites?
–No, todas las mañanas es mi misma cara, no me repito, soy el mismo.
–¿Tu pintura es la misma?
–Claro, pero no me repito. Repetirme es que se me acabaron las ideas y estoy eructando, regurgitando. Nel, me niego. Sí, ¿no? No repito, son variaciones, no es lo mismo.
–¿Variaciones de qué?
–De un tema, pero es una cosa diferente, no es repetir…
–¿Qué temas? ¿Un tema?
–Mis temas son abstractos…
–¿El desnudo es abstracto?
–Sí, es abstracto. Lo trato como una cosa abstracta.
–¿Tus desnudos son abstractos?
–Mis desnudos son abstractos…
–Parecen muy realistas…
–Son reales, hombre, pero el concepto es abstracto. Mi pintura abstracta es un tanto realista porque, lo que está representado allí puede aparecer en la realidad, aunque es un mundo abstracto, una alucinación, si quieres, o la chingada, ¿no?
–¿Abstraccionismo?
–Quiero ser abstracto, no quiero representar cosas visibles, reconocibles en la realidad. Mi obra no está asida de cosas reales. Por ejemplo, los desnudos es otro pedo, otra veta.
–¿Hay vetas? Una sería el desnudo, otra…
–A ver si te explico: el desnudo es para mí, algo dibujístico. Yo disfruto hacer desnudo, pero como dibujo, no lo hago para exponer. La anatomía es como cuando vas al gimnasio a hacer un músculo…
–¿Gimnasia?
–Justamente, es gimnasia. Es algo erótico, también, y la chingada. Es un elemento de mi lenguaje plástico, pero no es determinante. El dibujo… Las caras, fíjate que no, eso lo hago por lana o por quedar bien.
–Pero tu dibujo no; tu desnudo es muy realista.
–Sí, yo quiero ser realista.
–Hiperrealista…
–Yo tengo la mamada de querer ser perfecto. Me gustaría haber sido una cámara.
–Hay un chingo de cámaras… De eso se cansó Picasso, de dibujar como una cámara…
–No importa, pero yo quiero ser una cámara, y alterarlo cuando se me dé la gana, pero en todo caso dominar todo el pedo y no mis limitaciones.
–¿Para qué?
–Porque yo tengo el prurito de ser un buen dibujante, en el sentido clásico, cabrón…
–¿Cómo quién?
–Como cualquier caricaturista que se respete, Naranjo… Y si nos vamos a las grandes cosas, pues, Goya, ciertos japoneses que son una maravilla, cabrón.
–¿Y eso qué tiene que ver con la pintura que haces?
–Que para mí, eso es la urdimbre de la pintura; para mí, toda esta madre sostiene lo que yo quiero pintar o lo que me gusta.
–Finalmente, tu pintura es abstracta. ¿Qué sentido tiene hacer un dibujo realista si no se utiliza en la obra mayor?
–De acuerdo, el desafío es cómo usar ambas cosas, juntos. Un desnudo, por ejemplo, no tiene mucho contexto que no parezca una vulgaridad para un baño… o la celda de un prisionero extraño… o un póster.
–¿Complaciente? ¿No complaciente?
–No complaciente.
–¿Subversivo? ¿Irreverente?
–Uno mismo, uno subversivo e irreverente. No es deliberado…
–¿No hay intención?
–(Ríe bajo) La ironía no es deliberada, la ironía nace, es espontánea. El sarcasmo, igual.
–¿En tus dibujos?
–Y en todo el orden de mi vida, sí.
–En tu vida como artista sí, pero, ¿en tu obra?
–Yo creo que sí. En mi pintura hay tomaduras de pelo, hay bromas, hay de todo.
–Un ejemplo.
–No, no podría. No querrías saberlo.
–¿Qué? ¿El Ché con los anteojos de Lennon y una flor entre los labios?
–Así es, esa es una cita irónica, claro. Hay alusiones y cosas que la gente no ve, cree que es un retrato con el Ché. El Ché me vale madres, lo estoy criticando; en esos momentos es una crítica. Citas irónicas pop.
–Hay cuadros que parecen acabados…
–Son acabados.
–Aunque siempre dices: no los he terminado, estoy dándole la última mano…
–Nunca los termino, en realidad.
–Entonces, ¿cómo dices que están acabados?
–Bueno, abandonados, pues…
–De acuerdo. Los cuadros abandonados, dejados de la mano del autor, ¿dónde está la ironía?
–¿Cómo cuál?
–Los expuestos en el ayuntamiento…
–¡Ah! El grandote. Esa es una composición que quiero que se mueva, un tanto cinética. ¿El título ya sabes cuál es? Tocata y fuga en gris menor. ¿Sonó mamón? Esa es la idea (Ríe de nuevo). Al principio pensé en una elegía a la guerra civil (española), pero me pareció muy oportunista y dije: Nel. Y le busqué otro nombre más irónico, más abstracto…
–¿Te avergüenzan tus convicciones?
–No mis convicciones, pero sí mis repeticiones, sí…
–¿Primero tienes un título y luego creas un cuadro?
–Este es un cuadro lúdico, lo disfruté, fue corregir un error. Abajo de ese hay un par de cuadros más, un chingo de horas intentando hacer cosas. Había pastel… Está agrietado, por eso está agrietado, está manchado. Es un cuadro que se sustenta en cuadraditos, una división cubista, ninguna línea converge correctamente alrededor de esas como tripas o anélidos, todo se rompe como en un espejo roto, salvo dos o tres casos que son mero contrapunto.
–¿Y el otro cuadro?
–El otro cuadro se llama Tres personajes en busca de autor, en un homenaje o-p-o-r-t-u-n-i-s-t-a a Pirandello, ¿no? En realidad, Eduardo, en el 82 yo hice una cosa que se llamaba Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Eso que ves es parte de esa composición. Esta sobrevivió a muchos intentos, es el tercero o cuarto intento que hago, porque quiero hacer uno más, a pleno color. Y cuando necesité un título, me pareció este una provocación, una cita irónica, un chiste culterano.